Para los que me han escrito interesados en saber mas sobre nuestro "arreglo" con la sirvienta, les escribo lo siguiente. Del primer relato recordarán que mi esposa y yo, nos fuimos a vivir a Managua y allí contratamos a una sirvienta que se llama Marta a la que convertimos en nuestra amante.
Después de que mi mujer y yo seducimos a Marta el día de su cumpleaños, en realidad pasaron más de dos semanas antes de que me la volviera a coger. Tuvimos el problema de que ella se sentía confundida; y no era para menos. Nos esquivaba al principio y se encerraba en su cuarto cuando no tenía oficio.
Mi mujer se dio cuenta y comenzó a pasar más rato con ella. Hacían el oficio juntas, preparaban la cena, veían tele y después de unos días ya había vuelto a tomar confianza. Yo seguía coqueteándole, le tocaba el culo cada vez que pasaba cerca y le hacía cumplidos sobre su cuerpo. Ella se ponía nerviosa y me rehuía con una sonrisa.
En esos días mi mujer comenzó a comprarle ropa a Marta. Mas sexy y de mejor calidad que la que tenia. Eso si, encima siempre debía usar delantal. También le compró sandalias con tacón y pantimedias. Le enseño a maquillarse, a tomar la píldora y a arreglarse como a mi me gusta.
Según me contó mi mujer, una de esas tardes en que las dos miraban telenovelas. Mi mujer empezó a acariciarle el cabello y a mirarla con deseo. Su episodio lésbico con mi mujer el día de su cumpleaños había sido bajo los efectos del vino, pero en realidad nunca había hecho nada más. Mi esposa le dijo con voz melosa -Martica, quiero que tú y yo seamos buenas amigas. Si quieres que mi marido te siga dando verga, tú y yo tenemos que ser buenas amigas o sino me voy a poner muy celosa-. Detrás de su dulzura había una clara amenaza que Marta entendió. No se si por temor o por convencimiento, Marta se volvió y aceptó -Si señora, yo soy voy a ser su amiga- y le dio un besito de paloma en la boca. Mi mujer la tomó por la cabeza y la besó como se debe, con toda pasión, hundiendo su lengua dentro de la boca de Marta y apretándola contra su cuerpo. Marta se fue relajando poco a poco y comenzó a corresponderle.
Poco a poco la emboscada de mi esposa se hizo evidente y antes de que terminara la novela, mi mujer estaba lamiéndole el coño hasta que llegó al orgasmo. Mi mujer no dejó de darle placer hasta que estuvo segura de que Marta había tenido por lo menos cinco orgasmos. Cuando terminaron, Marta sonreía exhausta con una la cama -¿Quieres ver como volamos?- Marta se ruborizó, pero en lugar de marcharse, se sentó en la sillita del tocador. Mi mujer comenzó a desnudarme. Me besaba y me tocaba muy apasionadamente. Cuando estábamos desnudos los dos, Marta clavó sus ojos en mi verga. Yo comencé a exhibirla para que la viera bien y mi esposa la agarraba ávida y se la metía en la boca. Los dos retozábamos en la cama frente a la cara de excitación y sorpresa de nuestra sirvienta.
-¡Venga papito…! déme una vergiada bien rica!- me invitaba mi esposa, mostrándome el culo y moviéndolo como una puta de cabaret. Yo me retrasaba para esperar más invitaciones de ese tipo. -Déle verga a su hembra, papi. Déme una buena culeada!- me suplicaba. Me coloqué detrás de ella y comencé a meterle la verga lentamente. Ella gritaba como si estuviera en llamas. -¡AAHHHYyyy, sii… si… si… Que rico, cabrón ¡déme más!-. Siempre me excita la forma en que mi muy elegante y refinada esposa se vuele una camionera cuando está excitada. A los pocos minutos, fingió un orgasmo explosivo y cayó jadeando en la cama. Yo entendí que quería reservarme para Marta.
Cuando recuperó el aliento, le sonrió a Marta y le preguntó -¿Te gustó, Martica?- Ella asintió con la cabeza mientras sonreía en silencio. -Pues ahora te toca a ti- Marta se disculpó levantándose nerviosa, pero yo le cerré el paso y así desnudo y erecto como estaba empecé a acariciarla y a besarla. Le apreté las tetas por encima del vestido y mientras le alzaba el vest
ido le lamía las orejitas. Su suave perfume me tenía loco. Mi mujer miraba sonriente desde la cama.
Le quité el vestido casi a la fuerza mientras entre risitas de vergüenza me decía que no. Cuando la tuve en calzones, comencé a besarla en la boca y luego a chuparle las tetas mientras mis manos recorrían sus deliciosas nalgas. Poco a poco ella comenzó a agarrarme la verga a lo que aprovechaba para preguntarle -¿Te gusta, Martica?,… Te la voy a ensartar bien rico…! -Acosté a Marta boca arriba en la cama y me acomodé entre sus piernas abiertas. Le corrí el calzón un poco y comencé a meterle los dedos. Estaba empapada. Después acomodé el glande y subí sus piernas encima de mis hombros. De un tirón, se la hundí mientras ella chillaba de felicidad. Mi esposa se acercó y comenzó a besarla en la boca mientras yo la bombeaba; más precisamente, le chupaba y la lamía la boca a muestra sumisa sirvienta. Mi verga salía y entraba profundamente de su vagina tibia. Estaba que se reventaba de la excitación al verlas besándose tan rico. Cuando ella empezó a convulsionar por los orgasmos, le dejé ir la leche y le dejé la verga adentro hasta que se encogió. Me acomodé al lado de Marta a descansar.
Mi mujer tomó mi lugar y se acomodó arrodillada sobre la cara de Marta. Marta ya sabía lo que tenía que hacer. La chupó con maestría mientras mi mujer jadeaba y alcanzaba orgasmos (verdaderos) sosteniendo la pared con ambas manos. Yo estaba fascinado con el "show", pero mi verga no respondía. Después de alcanzar su satisfacción, mi mujer se acostó a mi lado y me abrazó feliz. Marta se limpiaba los fluidos de mi mujer con la almohada. Después mi esposa le ordenó a Marta que me chupara la verga. Ella obedeció y empezó a meterse en la boca mi verga flácida. Con la lengua me fue estimulando y antes de lo que me imaginó, mi pene parecía un poste de luz en el desierto.
Mi mujer pidió en secreto que se la metiera por el culo para que Marta Marta para el sexo anal y que otras cosas aprendió más pronto y mejor de lo que nos imaginamos.
Autor: Julián y Judy jujudy75 ( arroba ) yahoo.com
Me encantaría tener una empleada así
Saludos de Nicaragua. Me encantó el relato