Muchas veces idealizamos todo lo relacionado con el amor. Pensamos que nos vamos a casar con nuestro primer novio o que llegará un príncipe a lomos de su caballo para llevarnos a su castillo. Sin embargo, la vida real es muy diferente. Un día te encuentras, con 40 años, entrando en una tienda erótica para comprar una polla de plástico. No es nada malo, pero es eso: diferente.
Las mujeres tenemos muchas necesidades sexuales por cubrir, muchos agujeros que tapar. Y sin embargo, los hombres siguen más pendientes de su propio placer y de eyacular que necesitamos una ayuda extra para gozar al máximo. En ese sentido, la masturbación es la solución. Nunca he tenido orgasmos tan intensos como los que me proporciona mi nuevo juguete, y es que nadie conoce mi cuerpo como yo misma.
Me gusta aprovechar cualquier momento libre para dar rienda suelta a mis fantasías. Cuando los niños van al cole. Cuando mi marido baja al bar. Alguna madrugada que me desvelo. No necesito más que un par de minutos para ponerme como una moto, y es que más que consolador deberían llamarlo milagro.
Siempre había sido reticente al uso de juguetes sexuales. Pensaba que eso solo era para mujeres que no tenían pareja o simplemente eran unas enfermas que no podían pasar un día sin meterse algo por la vagina. Pues la verdad es que me he convertido en una de esas. Pero no lo digo con la boca pequeña. Crecemos con una serie de pautas educativas que nos hacen pensar que la única manera de disfrutar del sexo es con otra persona, que la masturbación sigue siendo pecado o algo por el estilo. Pero no.
Cuando me sumergí en el fascinante mundo de la masturbación opté por lo clásico. Fantaseaba con mi vecino, ese que me lanza miraditas al escote cuando coincidimos en el ascensor. O me pongo algún vídeo porno para fantasear con pollas grandes. Pero el otro día acabé viendo uno de lesbianas y me sorprendió lo mucho que parecían gozar solo con un dildo. Así que me lancé a la aventura y me compré un vibrador para ver si era para tanto. Mi vida cambió.
Desde entonces, no puedo evitar usarlo al menos una vez al día. He desarrollado estrategias muy elaboradas para evitar que mi marido se entere. Se volvería loco y le entraría un ataque de celos (sí, de una polla de plástico), así que lo mejor es utilizarlo cuando no hay nadie en casa. Lo malo es que hay mañanas que me levanto muy caliente, así que me voy a la ducha media hora antes de lo habitual y empiezo el día con una sonrisa.
Se lo he contado a mis amigas y hay una mezcla entre rechazo y admiración. Algunas de ellas se masturban de manera ocasional, pero otras piensan que eso sería infidelidad y prefieren evitarlo. Como si sus maridos no se hicieran pajas, ¿sabes? A mí me ha descubierto un mundo nuevo y creo que todas las mujeres deberían poner una polla de plástico en su vida.Cuál
Me alegra que hayas encontrado el placer, aunque me da lastima a que hayas tenido que recurrir a metodos «artificiales» ¿has pensado en introducir otro «aliciente» en tu vida? Me gustaria que lo contaras.
Como la vida misma, tal y como es!