Me llamo Juan Marcos y tengo 18 años, soy un chico común, muy alto, tez blanca, rubio, tengo un físico robusto y bastante vello corporal rubio. Estoy en mi último año del colegio y vivo con mis padres. Mi madre es Elena, tiene 37 años, rubia y con un físico espectacular. Ella es azafata y por esa razón, no está mucho en mi casa. Mi padre tiene 40 años, se llama Danilo, es profesor de artes marciales por lo que tiene un cuerpo atlético, pero flaco, es de mediana estatura, tiene cabello muy negro y algo de bello oscuro en el pecho, él nunca quiso que practique artes marciales, por alguna razón.
Hace tres meses que estoy de novio con Lorena, tiene 16 años, es muy linda, muy flaquita y menudita. Lorena es virgen, yo no lo soy y la verdad, no veo la hora de desvirgarla de una vez. Con el fin de cumplir mi propósito, todos los días trato de convencerla haciéndola calentar, pero solo logré que me chupe la verga. Para ella, el problema está en el tamaño de mi pene, lo ve muy grande y le da miedo meterse eso en su conchita. La verdad es que sí, tengo una buena verga, es realmente muy gruesa, tanto que no llego a rodearla por completo con una mano. A mi favor tengo que, Juliana es la única que vio y yo siempre le digo que es de tamaño normal.
Una tarde estaba con Lorena en mi habitación y estábamos muy excitados. Estaba seguro que la desvirgaría ese día, ella estaba muy caliente, como nunca la había visto antes. Estábamos desnudos en mi cama, ella me chupaba la pija y yo le tocaba su conchita. Tomé un forro, lo abrí, ella me miró, sonrió y se recostó boca arriba en mi cama. Me coloqué el forro con un poco de lubricante y me puse sobre Lorena. En ese momento apoyé la pinta de mi pene en su vagina y muy de a poco, empujé. Nunca había desvirgado a ninguna chica antes, su vagina era estrecha y sentía que me apretaba, pero de a poco avanzaba. A medida que mi pija se abría paso por su conchita, su cara expresaba más dolor y después se empezó a quejar.
– Tranquila Lore, relájate, va a ser más fácil.- le dije.
– Es que me duele mucho Juan.
– Pero, tenemos que ir despacio, de a poco.
– Yo siento que estoy llena, no aguanto Juan.
– Llena? Pero entró solo la mitad, recién.
– Hay, Juan, yo te dije que era muy grande para mi.- ella se estaba poniendo nerviosa.
– Bueno, relájate. No te preocupes, no paso de acá y trata de disfrutar.- le dije firmemente.
Sin poder penetrarla del todo, aumenté el ritmo de a poco. Lorena se empezó a relajar y luego a gemir. Aumenté, más mis envestidas y ella llegó al orgasmo, pero yo seguía. En el momento que estaba llegando al climax, me deboqué, la tomé con fuerza y se le enterré toda mi verga en su vagina, pero además le di sin asco, hasta que acabé. Lorena lloraba, de dolor y su concha estaba llena de sangre. No sabía que había pasado, era como si hubiese perdido la conciencia, en el momento que estaba por acabar.
– Sos un hijo de puta! Porque me hiciste esto? Era mi primera vez… – me dijo llorando.
– Perdón Lorena, no se que me pasó. Yo no quise hacerte esto.
Lorena se limpió como pudo la sangre de su vagina, se vistió y salió llorando del cuarto. Me sentía terriblemente por lo que le había hecho, no era la primera vez que me descontrolaba en el momento de acabar, en varias ocasiones, cuando mi excitación era muy alta, también me había sucedido. La fui a buscar, para tratar de explicarle, pero nunca me atendió, para colmo le contó a su madre, que estaba furiosa y me echó de su casa. Con culpa, decidí salir caminando, para poder pensar en lo que había ocurrido.
La escuela de artes marciales de mi padre estaba cerca, así que se me ocurrió pasar a ver a mi padre y pedirle que me aconsejara sobre lo que me había pasado. Cuando llegué, las luces estaban apagadas, pero de todos modos intenté abrir la puerta y esta se abrió. Al entrar se escuchaban gritos de mi padre, desde uno cuarto que estaba apartado, supuse que era mi padre practicando karate. Me dirigí hacia ese cuarto y encontré a mi padre, pero no pude creer lo que vi. Él estaba desnudo, en cuatro patas sobre una colchoneta, pero detrás había un hombre que parecía un gigante, en comparación con mi papá. El extraño estaba cogiendo el ano de mi padre y de una manera brutal. Papá emitía gemidos de placer y excitación. Este señor, que después me enteré que se llamaba Héctor y que era el dueño del taller mecánico que se encontraba junto a la escuela. Tenía aproximadamente 55 años, rubio entrecano, de contextura enorme, pura fibra muscular, más de dos metros de altura, unos brazos y unas manos enormes, con la piel curtida por el trabajo. Además, usaba barba y era extremadamente velludo en todo el cuerpo, pero el vello era rubio mezclado con canas. Luego de unos minutos, mi padre se dio cuenta que yo estaba mirando.
– Está mi hijo.- dijo papá medio jadeando.
– Que Dani?
– Mi hijo!-. gritó.
Héctor me miró, sin dejar de coger a mi padre y señalo mi pantalón. Cuando me miré, mi pija, estaba totalmente erecta.
– Y bueno Juancito, algún día ibas a saber lo que le gusta, realmente, a tu padre.
– Que?- dije en voz baja.
– Que le rompa el culo con mi pedazo de verga.- dijo Héctor.
Cuando me dijo eso, saco su verga del culo de mi padre, para que yo la viera. Era una tremenda verga, pero no era mucho más grande que la mía, tal vez mínimamente más larga, pero de grosor estábamos iguales. Mi padre se volteó boca arriba y me miró como con vergüenza. Le respondí esa mirada, subiendo mis hombres y con una sonrisa, entonces él respiró aliviado. Héctor continuó penetrándolo, pero ahora con mi padre boca arriba, noté que su verga era muy pequeña, en especial muy delgada.
– Te gusta, como le hago la cola a tu papito, nene? Que no te de vergüenza y mastúrbate, veo estás muy excitado. – dijo Héctor.
– Puedo?.- dije mirando a mi papá.
Mi padre me hizo un gesto de aprobación, yo no perdí tiempo y saqué me verga, totalmente empalmada. Los dos hombres me miraron asombrados.
– Que pedazo de verga, Juan Marcos!- exclamó papá.
– Es casi como la mía.- agregó Héctor.
– Son casi iguales, Héctor.- dije.
– Ahora, quiero compararlas.- dijo Héctor.
Pusimos una pija, junto a la otra y las miramos por un rato. Estábamos asombrados, nuestros penes eran, casi idénticos, hasta con algunos detalles iguales, solo era uno o dos centímetros más larga la de Héctor.
– Danilo, al final, vos me venías a buscar todos los días, por la pija y tenías una copia en tu casa.- dijo Héctor.
– Si, una copia.- dijo mi padre y puso una cara rara, como de angustia.
– Para un poco. Una copia? En qué año naciste, Juan Marcos?- me preguntó Héctor.
– En noviembre del 91.- contesté.
Héctor se puso a pensar, hacia cuentas y daba vueltas caminando. Después se puso a mirarme, como inspeccionándome.
– Danilo?- dijo con vos de furia y mirando a mi padre.
– Si, es lo que piensas.- respondió mi padre, sin mirarlo.
– Sos un hijo de puta! Vos y tu esposa!- grito Héctor.
No dijeron nada mas, pero los dos se habían puesto nerviosos y yo comencé a preocuparme. Intuía que el conflicto tenía que ver con migo.
– Pero, qué pasa?- dije, rompiendo el silencio.
– Yo te voy a decir Juan Marcos, yo soy tu verdadero padre y no lo sabía, hasta ahora.- me dijo Héctor.
Me quedé sin poder responder, cuando reaccioné, los observé a ambos. Era verdad, yo era muy parecido a Héctor, él era mi padre verdadero.
– Pero, como?- pregunté.
– Yo creo que sé como pasó todo. Quieres saber?- me dijo Héctor.
– Por supuesto!- respondí.
– Danilo y yo, somos homosexuales. Un año antes que nacieras, Danilo inauguró esta escuela de artes marciales, para ese entonces, mi taller ya estaba aquí junto. Como vecinos, pronto nos hicimos amigos, pero había algo más, nos atraíamos mutuamente, pero ninguno se lo decía al otro. Danilo ya estaba de novio con tu madre y él se aprovechó de ella para acostarse con migo. Le propuso hacer un trío con migo, Elena primero dudo, pero al final aceptó. Estuvimos tres días enteros, en una cabaña que alquilamos, teniendo sexo. Recuerdo haber acabado muchas veces en la concha de tu madre, pero también muchas veces en el culo de tu padre.
– Es verdad Juan, Héctor es tu verdadero padre.- dijo Danilo.
– Como pudiste hacerme esto, sos uno hijo de puta papá, digo, Danilo.- dije con los ojos llenos de lagrimas.
– Todo este tiempo juntos, como pudiste ocultarme que tenía un hijo.- Héctor también estaba llorisqueando.
Tomé del brazo a Héctor, me miro con sus ojos llenos de lágrimas y me abrazó. Nos pusimos a llorar a moco tendido, los dos abrazados. Después, me miró y dijo…
– Eres igual a mi, tu cuerpo, tu pelo, somos iguales.- me dijo Héctor.
– Somos muy parecidos. Por eso no querías que practique artes marciales, para que no conozca a mi verdadero padre.- le dije a Danilo.
– Claro, desde bebé que casi no te veo Juan. Sos un hijo de puta Danilo.- dijo Héctor.
– Que bronca que tengo, que rabia! Te voy a hacer mierda el culo papá, no, Danilo!- dije.
Héctor empujó a Danilo, el cual quedó culo para arriba y sin pensarlo ni un segundo, le ensarté mi verga entera en el ano de un solo empujón. Me sorprendió lo rápido que entró, pero claro, hace 20 años que se lo garcha una verga igual a la mía. Le di con todas mis fuerzas por un buen rato, después fue el turno de Héctor y también se la ensartó de un solo empujón. Una y otra vez fuimos intercambiándonos el culo de Danilo, que no paraba de gemir y gritar de placer. Mientras estaba culeando a Danilo por cuarta o quinta vez, observé como gozaba mi verga, yo no quería eso, yo buscaba sufrimiento, quería marcarlo para siempre, me enfurecí de rabia y le saqué la pija del culo.
– Esto no esta funcionando, yo estoy lleno de bronca y él esta disfrutando como mi verga sea un trofeo.- dije.
– Bueno Juancito, podemos solucionar esto juntos.- me dijo Héctor.
– Pero como?
– Transformando estos dos trofeos en una gran escabadora.
– Que?- dijo Danilo.
– Te vamos a dejar en culo como una flor.- le respondió Héctor.
– No, no, no. Yo no los quiero juntos!- habló Danilo.
Héctor tomó a Danilo por el torso, lo alzó en el aire y lo ensartó en su pija. Era impresionante la fuerza que tenía mi nuevo padre, Danilo no podía hacer nada para zafarse. Yo me acerqué por la espalda de Danilo e intenté meter mi pija en su ano, pero se me hacía muy difícil porque la de mi padre ya estaba toda dentro.
– No se la puedo meter.- dije.
– Bueno, yo lo levanto y se las ponemos a las dos juntas.- dejo Héctor.
De esa forma pudimos introducir las los cabezas juntas en el ano y buscamos que ninguna se saliera. Entonces, empezamos a penetrarlo con mucha potencia y sin piedad. Los gritos de ese hombre eran desgarradores, nos pedía que paremos y lloraba. Pero nosotros no paramos hasta llegar al tope de nuestras vergas y cuando llegamos, comenzamos a darle con todo, los dos juntos.
– Estoy por acabar papá.- dirigiéndome a Héctor.
– Yo también, hijo, vamos los dos juntos.
Los dos, como enfurecidos, descargamos nuestra leche en su culo. Cuando me miré, estaba con manchas de sangre en las piernas.
– Creo que le desgarramos el ano, está todo lleno de sangre. Me lo sacas de la pija pa?-dije.
– Además quedó inconsciente del dolor.- contestó mientras lo sacaba de nuestras vergas.
– Como para que no se desmaye, mira como le dejamos el ano.
– Y nosotros quedamos bañados en sangre. Vamos a las duchas.- dijo.
– Vamos.
En las duchas.
– Nunca me sentí identificado con Danilo, lo veía muy diferente a mí, tanto físicamente como en nuestras formas de ser. Hoy cuando me enteré la verdad, te observé y de inmediato me reflejé en vos, vi lo que yo buscaba en un padre, sentí que eras el modelo a seguir como hombre, nunca había sentido esto con mi anterior padre.- le dije a Héctor.
– Estoy muy alagado con lo que me dices Juan Marcos, yo también te veo muy parecido a mí. En cuanto a ser tu modelo a seguir como hombre, no se si soy el adecuado, no te olvides que yo soy gay.
– Eso no es relevante para mí, al fin y al cabo Danilo también lo era. Héctor, yo te veo como un gran macho, es tu actitud y tu apariencia lo que hacen que yo quiera ser como vos. Por otro lado, hoy tuve mi primer experiencia homosexual, cuando cogimos a Danilo y francamente me gustó.- dije.
– Ahora te entiendo, me ves como el padre que siempre quisiste tener y no comprendías por qué Danilo no lo era. Me alegra mucho que no te afecte saber que tienes un padre gay. Pero, a que conclusión llegas, con respecto a que haya gustado coger a un hombre?-me preguntó.
– No sé, no es que me haga dudar sobre mi sexualidad, no lo vi como a un hombre, para mí era un agujero al que podía destrozar y además fue la primera vez que pude usar toda potencia con mi verga, las minas no se aguantan semejante tamaño.-respondí.
– Claro, Danilo se la aguantó muy bien, porque desde hace años lo penetro casi todos los días, pero al principio también le costó. Tenemos vergas muy grandes Juan.-dijo tomando su miembro con las manos.
– Antes de venir para acá, estuve con mi novia, fue su primera vez y me pasó que no aguantó el dolor que le provocaba mi verga, pero ni siquiera había llegado a introducirle la mitad de mi pija. Lo peor de todo es que cuando estaba por acabar, me enceguecí y le di con todo hasta acabar. La pobre quedó toda ensangrentada y salió corriendo despavorida, fui hasta su casa, pero me echó sin querer hablar.-le conté a Héctor, mientras le mostraba hasta donde le había entrado a mi novia.
– Me ah pasado muchas veces, eso de descontrolarme en el momento de acabar y sin querer destrozar algún culo, pero te puedo asegurar algo hijo, siempre vuelven por más, nunca me ah fallado.
– Que bueno escuchar que vuelvan después de destrozar esos agujeros.
– Nadie se olvida de unas vergas como estas, Juan Marcos.
Yo seguí viviendo con Danilo en mi casa, él se mostraba temeroso ante mi presencia y trataba de esquivarme. Mi madre, como casi no estaba en mi casa, no se daba cuentas de la situación. En muy pocos días, me acerqué mucho a Héctor, cuanto más lo nos conocíamos, más parecidos nos veíamos y nuestra relación se fortalecía. Un día lo empecé a llamar papá, me salió del alma, de muy adentro de mi ser, ese día le pedí mudarme con él. Héctor se puso muy contento, pero dudó en aceptar porque no quería hacer sufrir a mi madre. De todas maneras, yo estaba decidido a mudarme con él, además era hora de que mi madre se enterara de lo que había hecho Danilo y que Héctor era mi verdadero padre. Y un día me mude con él, de inmediato nos llevamos muy bien entre los dos y todo marchó muy bien de entrada. Además yo empecé a ayudarlo en el taller de autos, que se transformó en mi pasión rápidamente y al cabo de un par de meses me puse a trabajar con él tiempo completo.
Una tarde un señor trae su automóvil para arreglarlo, el señor venía con una joven, que para mi sorpresa era Lorena. Ella se me quedó mirando como embobada.
– Hola Lore, como estas?-le dije.
– Muy bien, ahora que te veo.
– Creí que todavía estabas enojada con migo.
– Para nada, al contrario.-me dijo.
– Al contrario?
– Me gustaría volver a intentarlo.- dijo ella.
– Bueno, un día de estos te invito a casa.
– Yo quiero ahora.-dijo.
– Ahora? Eh, bueno para, pero tiene que ser rápido, está tu papá en el taller.
– Pero mi papá siempre se queda hablando mucho tiempo en la oficina de este taller.
Fui a la oficina del taller para decirle a mi padre, que entretenga al padre de Lorena y cuando abrí la puerta, este último estaba chupando la verga de Héctor. Sin perder tiempo llevé a Lorena a un cuarto de herramientas junto a la oficina de mi padre. Ella me la empezó a chupar y cuando se me puso bien dura le bajé la bombacha.
– Esta vez no vas a quejarte. Ya no es más tu primera vez.-le dije.
Se la comencé a introducir despacio y en el momento que estaba llegando al fondo, ella pegó un grito, pero yo le di más fuerte. Ella gritaba cada vez más fuerte y de pronto se abre la puerta del cuarto. Era su padre, con los pantalones bajos y estaba muy transpirado.
– Que le estas haciendo a mi hija.- gritó el padre de Lorena.
– Lo mismo que te hago siempre yo.-dijo mi padre que estaba detrás de él.
Lo empujó y le ensartó su verga por el culo. Lorena y su padre no paraban de gemir. Ella tenía un orgasmo tras otro y su padre la miraba mientras lo penetraban. Di vueltas a Lorena y se la puse en el culo, ella se puso a gritar como loca, pero después le gustó.
– Papá, y si le das por la conchita.- le dije a Héctor.
Mi padre ni lo dudo y le penetró su vagina. Ahora con las dos pijas dentro de ella, Lorena no paraba de gemir de tanto placer y su padre se quedo mirando haciéndose una paja. Sentir el rose de la verga de mi padre me hizo calentar aún más, hasta el punto de querer acabar y eso me descontroló. Le di muy fuerte y muy rápido hasta que descargué toda mi leche. Mi padre también había acabado y él también había perdido el control. Lorena había quedado inconsciente, ensartada por nuestras vergas y con un poco de sangre que chorreaba desde sus orificios. Su padre se seguía pajeando con la boca abierta.
– Fue la mejor cogida que vi en mi vida, son dos bestias que usan como nadie esos vergones. Nunca vi nada igual y nunca pensé que mi hija pudiera gozar tanto. De seguro volveremos.-dijo el padre de Lorena.
– Yo te lo dije, siempre vuelven por más.-me dijo Héctor.
Y así fue, Lorena y su padre nos visitaron muy seguido des de ese día. Pronto descubrí que muchos de los clientes de mi padre, no solo venían para reparar sus coches, también querían ser penetrados por su enorme pija. Después de un tiempo, yo también fui requerido por las clientes mujeres, llegaban con el auto roto y se iban con el culo roto.
El taller se convirtió en un gran éxito comercial, pero el mayor éxito era la excelente relación que habíamos forjado con mi nuevo y verdadero padre.