Con JR tuve mis primeras experiencias. Todo empezó porque hacíamos tareas escolares en pareja y me propuso que formase equipo con él. Lo cierto es que yo era el que más trabajaba de los dos, y él se beneficiaba de buenas notas de las que no andaba sobrado.
JR era un chico un tanto ambiguo en lo físico, muy femenino, que no afeminado. Cara lampiña, ojos grandes, pestañas largas. Su cuerpo bastante redondeado aunque no estaba gordo. Pero no era del tipo fibroso sino que tenía curvas, especialmente un culo respingón, muy apetecible. Gustaba por igual a las chicas y a los chicos adolescentes con sexualidad todavía por definir. Además fomentaba, no sé si conscientemente, esa ambigüedad lo que le convertía en objeto de deseo de bastantes.
Al compartir horas con él empezamos a tener alguna conversación sobre sexo hasta que un día “coincidió” que me enseñó unas revistas porno que le había robado a un primo suyo. Nos calentamos bastante y nos pajeamos juntos, experiencia que en grupos mayores habíamos compartido alguna vez. Recuerdo que cuando su calentura empezó a alcanzar el punto de no retorno me acarició suavemente el muslo, lo que precipitó mi corrida y también la suya.
Quizá ya en la siguiente sesión de “trabajo” su mano se atrevió a alcanzar mi polla juvenil y me dio mi primera paja. El proceso evolucionó muy rápido, con la urgencia propia de esa edad, esclava de las hormonas. Probablemente la semana siguiente al primer tocamiento ya me daba buenas mamadas que, a partir de la segunda o tercera, terminaban con mi semen en su boca.
Y yo, en agradecimiento a sus favores, empecé a corresponderle, si bien siempre con un poco de retardo. Así, le di la primera paja justo después de eyacular por primera vez en su boca. Y practiqué mi primera felación justo a continuación de estrenar su culo.
Durante varias semanas, en las que nos veíamos dos o tres veces, follé su precioso culo en todas las posiciones imaginables. La que más nos gustaba, no obstante, era conmigo sentado en un sillón y él cabalgándome a horcajadas. En esa postura era él quien se movía arriba y abajo sobre mi mástil, mientras yo me dejaba hacer y observaba su cara de placer casi desencajada y sus gemidos imposibles de contener. Claro que también me volvía loco darle por detrás, a cuatro patas, y ser yo el que dominase la situación. O en plan misionero, con sus piernas levantadas y pajeándole al mismo tiempo. O de pie…
Poco a poco iba avanzando también en mis atrevimientos y después de alguna de estas sesiones anales se la chupé hasta dejar que eyaculase en mi boca, aunque sin llegar a tragar la corrida. Luego él empezó a convencerme de que me dejase culear, diciéndome que me iba a gustar, que total nadie se iba a enterar y que era tontería, en el punto que estábamos, que me cerrase a vivir la experiencia. La idea empezó a martillear en mi cerebro, a lo que él contribuía taladrándome con sus dedos cuando me regalaba una de sus fantásticas mamadas. Y así hasta que un buen día (un gran día!!!) le dejé por fin que me penetrase. Su polla era más bien pequeña al igual que la mía (nada ridículo, simplemente en la escala baja de la media) y no me dolió demasiado. Me lo hizo por delante y, aunque no me corrí, sí lo disfruté bastante. En encuentros posteriores, no muchos, ya me la metió a lo perrito y yo también le cabalgué, postura en la cual me corrí por primera vez con una polla en el culo.
Una vez traspasadas todas las barreras en pareja, nuestro morbo nos llevó a buscar nuevas fronteras. Era final de curso y otro amigo de la pandilla organizaba tardes en su casa en las que veíamos películas porno, aprovechando que sus padres se iban de fin de semana al pueblo. En aquellas tardes había pajas colectivas (cada uno a lo suyo) y JR y yo hablábamos luego del resto de compañeros y de sus pollas. Yo fui consciente de mi fascinación por las vergas grandes, que sin embargo JR no compartía: él se fijaba más en el morbo que le provocaba alguno de nuestros amigos. Podríamos decir que a él le gustaban los tios y a mí sólo sus pollas.
El caso es que había dos en particular, Fer y Axel, que, por las razones que acabo de comentar, nos provocaban intensas fantasías que verbalizábamos en nuestras últimas folladas. Hasta que un día el me propuso una estrategia para llevarlas a cabo. Se las ingenió para que quedásemos una tarde solos los cuatro; y cuando estábamos viendo la película de rigor, propuso que hiciésemos un concurso de pajas. No era la primera vez: en reuniones más numerosas solíamos hacerlas, simplemente ganaba el primero que se corría una o dos veces, según el tiempo disponible.
Sólo que él introdujo un matiz: que el concurso fuese por parejas. En cada pareja uno sería, por hacer el símil, el ordeñador y el otro pondría la leche. Fue Fer quien primero aceptó la proposición, pero exigiendo que la elección de roles se hiciese por orden de tamaño de la polla. El primer paso estaba completado, JR y yo seríamos los pajeadores; y en el segundo nadie puso pegas: yo pajearía a Fer y JR a Axel. Acordamos además que el concurso fuese a “tres leches”, es decir, el primero que eyaculase tres veces sería el ganador.
Nos pusimos manos a la obra y por primera vez experimenté la incomparable sensación de tocar una polla grande. La primera corrida llegó pronto para ambos sementales, como no podía ser menos dada la situación y nuestra juvenil edad. Tras unos breves instantes de reposo, JR avanzó un paso más, se arrodilló y empezó a soplarle el miembro a su partener, lo que hizo que Axel empezase a recuperar dureza. Al verlo, Fer empujó mi cabeza hacia abajo para que imitase la práctica y así, en pocos segundos ya estaban otra vez los dos “a palo”. Los dos sumisos voluntarios nos miramos y nos dimos tácito asentimiento para empezar a mamar. Él lo hacía con habilidad, ya que el pene de Axel no era mucho mayor que el mío al que estaba acostumbrado. Sin embargo a mí me costaba dios y ayuda meterme aquel trasto en la boca. Así y todo, F estaba excitadísimo, era la primera vez que le daban una mamada. La segunda corrida no se hizo esperar demasiado para alivio de mi mandíbula y fue también casi simultánea, actuando el orgasmo de uno como detonante del otro.
Faltaba una, que en buena lógica debería llevarnos bastante más tiempo. A no ser que… JR siguiese con el in crescendo que traía planeado.
“Bueno, ahora sólo mirad y luego tendréis el premio gordo”, les dijo misterioso.
Vino hacia mí y me dio un morreo en el que mezclamos saliva y restos de semen. A mí no me gustaba mucho besarle, pero (como podéis imaginar) mi calentura era tan grande que respondí con vicio. Después nos tumbamos en posición de 69 y JR sacó un bote de lubricante para, al tiempo que nos comíamos las pollas ir lubricándonos recíprocamente el culo.
Ni que decir tiene que ante esta visión, nuestros dos potros no tardaron en recuperar la erección, intuyendo ya lo que se avecinaba. Suspendimos nuestro acoplamiento y nos afanamos nuevamente en comerles el rabo hasta tenerlos a cien. JR se colocó entonces a cuatro patas y llamó sensualmente a Axel, que se le acercó por detrás. A mí no me gustaba mucho el cariz que tomaba la cuestión, porque sabía que en esa postura me sería imposible tragarme la impresionante verga de Fer. Pero no me quedó más remedio que imitarles si no quería perder la carrera.
Axel penetró a JR sin mucha dificultad, pero nosotros no fuimos capaces. Con grandes esfuerzos consiguió apuntalarme ligeramente con su glande, sin llegar a romper del todo la resistencia de mi esfínter. De todas formas no nos faltó mucho para ganar la apuesta. La visión del acoplamiento de nuestros contrincantes y el morbo de tener su polla atrapada entre mis nalgas, aun sin penetrarme del todo, hacía que su orgasmo fuese poco a poco abriéndose paso. Pero claro, Axel estaba enculando sin piedad a JR, metiéndosela entera como tantas veces había hecho yo. Y os garantizo que nadie podía aguantar mucho tiempo sin correrse dentro de aquel culo, que su dueño movía además con maestría de perra en celo. Axel la sacó finalmente para dejar evidencia del triunfo y se corrió sobre las nalgas de su chico y nosotros aceptamos la derrota y suspendimos el fallido intento, si bien, en compensación, Fer consiguió que le pajeásemos a dúo para poder matar la calentura.
La apuesta nos costó mil pesetas, que Fer y yo pagamos a pachas, aunque yo tuve que devolverle su parte a base de favores, ya que me echaba en cara que habíamos perdido por mi culpa y que tenía que compensarle.
Así pasé de la rutina con JR a la rutina con Fer. De una relación en la que era yo el jugador predominantemente activo a otra en la que claramente yo era el maricón y el me daba su polla. La cosa evolucionó más o menos así:
Fer me invitaba a acompañarle a la salida de clase en su moto. Durante el trayecto hasta su casa me hacía agarrarle el paquete desde atrás (“cógete no te vayas a caer” solía decirme). Una vez allí empezaba con la cantinela de que teníamos que practicar para una futura revancha contra Axel y JR, pero yo me negaba a brindarle el culo por miedo a repetir aquel dolor intenso que me había provocado la intentona. A cambio le ofrecía hacerle una paja y el punto de encuentro solía consistir en que lo que hacía era mamársela hasta que soltaba su lefa dentro de mi boca.
Llegué a coger bastante práctica en “felar” aquel miembro imponente, nada de gargantas profundas ni mucho menos, pero me tragaba su buena mitad, que debían de ser más de 10 cm de grueso cilindro carnoso. A veces, cuando mi negativa a darle el culo le contrariaba demasiado no se la chupaba sino que más bien él me follaba por la boca. Yo simplemente le colocaba la mano en el final del tronco para hacer tope y le rascaba con los dedos las pelotas; y él me embestía con dureza y me decía toda clase de lindezas: “vamos, maricón, trágala toda”, “mira que eres zorra, como te gusta el rabo eh?”, “tómatela la leche, maricona, que no se escape ni una gota”, y otras similares. A mí empezó a gustarme que me tratase así y también sabía provocarle a veces diciéndole obscenidades de puta en celo. Pero ya dicen que el cerebro es el órgano sexual más importante y el mío empezó a acariciar la idea de recibir aquel nabo esplendoroso en el culo. El curso siguiente yo me iría a estudiar fuera y quién sabe si no tendría nunca más oportunidad de tragarme aquel rabo que tanto morbo me daba.
Por fin un día le confesé a JR mis dudas y deseos y él se ofreció a ayudarme. Yo había quedado una vez más con Fer para ir a su casa a media tarde (cuando su madre no estaba) pero antes me fumé las clases junto a JR. Allí procedió a prepararme: me lubricó ligeramente y me sodomizó, primero suavemente y después con todas sus fuerzas hasta correrse dentro de mi recto. Después volvió a aplicarme una dosis mayor de crema y preparó con un calabacín un improvisado consolador de buen tamaño. Le aplicó buenas dosis de lubricante y comenzó a taladrarme con él, con mucha paciencia y dedicación. Para aumentar mi excitación se metía mi polla en la boca al tiempo que presionaba el calabacín dentro de mi ano. Muy poco a poco la penetración fue haciéndose más profunda hasta que conseguí, a duras penas, acostumbrarme a su grosor y longitud. Cuando mi culito dejó de quejarse cambiamos de postura, me senté sobre él y fui yo el que dirigí la penetración consiguiendo incluso disfrutar de la follada, sin duda pensando también en que poco después sería Fer el que estaría reventándome por dentro.
JR me dio, además, algunos buenos consejos: uno, que no me corriese para que la excitación, que es el mejor lubricante, no me abandonase; y dos, que no me lubricase demasiado la entrada para no eliminar el factor sorpresa. Como remate volvió a metérmela y dejarme su semen dentro (“esto te ayudará cuando tengas la de Fer dentro”).
Terminada la fase preparatoria acudí al encuentro de mi dotado amante y fuimos como tantas veces a su casa. Esta vez me salté la negociación y sin más preámbulos empecé a salivar su polla con una dosis de glotonería extra por el morbo de imaginar lo que pasaría después. Sin embargo, mi culo empezó a mandarme señales que contradecían a mi cerebro, volvía a asustarme la certeza del dolor y pensé en echarme atrás. Él, que no sabía nada de mis cuitas, acogió con sumo agrado cuando le sugerí que me restregase el rabo por el culo pero sin penetrarme. Me coloqué en cuatro y alargué mi mano hacia atrás para dirigir los movimientos de su polla y asegurarme de controlar la situación. La coloqué en la entrada y presioné ligeramente sin llegar a hacer blanco. Luego volví a ponerme de rodillas y continué con la mamada. Repetí la operación varias veces, llevándome su verga a la entrada del culo para excitarlo para después volver a comerle la polla. Por un momento creí que la cosa terminaría así, como tantas veces, con su corrida abundante en mi boca.
Y entonces llegó la sorpresa que me ayudó a cumplir mis deseos: en una de las tímidas incursiones de su glande en las inmediaciones de mi esfínter, acuciado por el morbo y excitado por mis habilidades, se corrió sobre mi ano. No sé cómo fue, pero desde mi posición de perra alargué la mano hacia atrás, pasé mis dedos por su capullo, recogí un goterón de semen y me lo llevé a la boca. El sabor salado de su leche me dio un punto extra de excitación, volví a alargar la mano y la llevé a su palo, todavía enhiesto pero un poco menos tenso tras la corrida. Lo coloqué en mi esfínter lubricado por su leche y presioné hacia dentro. El dolor me hizo aullar, pero aguanté como una hembra. Él se dejaba hacer, con la pasividad propia del relajo post-orgasmo y complacido de rematarlo dentro de mi anhelado culito. Tras unos segundos que parecieron horas empecé a acostumbrarme al dolor y fui capaz de dejar que entrase un poco más. Las cosas fueron entonces un poco menos difíciles, la lubricación interna que traía, mezcla del aceite y el semen de JR, hizo su efecto y conseguí insertármela casi entera.
Fer había perdido su erección pero sin llegar a estado de reposo, lo que me facilitaba la operación. Pero poco a poco su verga empezó a ganar dureza nuevamente, a hincharse dentro de mi recto hasta que, al cabo de unos minutos, volvió a estar completamente empalmado. Para entonces mi culito ya era capaz de soportar su enorme tranca y, aunque me seguía doliendo, podemos decir que la excitación lo hacía llevadero.
Cuando se recuperó del todo comenzó a sacarla un poco, lentamente, con mi mano aún guiándole, y a tomar las riendas de la situación. Hasta que, agotado, decidí entregarme. Retiré la mano y le dejé hacer. Lo que vino después fue indescriptible: su polla empezó a hacer movimientos de metisaca cada vez más largos, al principio con alguna precaución pero, al ver que no me quejaba, fue aumentando la fuerza y el recorrido de las embestidas. No sé cuánto duró todo este proceso, pero sí recuerdo el momento en que me la sacó entera y después, de un solo golpe, me la clavó hasta empalarme por completo. Y así una vez y otra.
En un momento dado me agarró del pelo, me hizo enderezar y me empujó contra la pared. Me recliné todo lo que pude, dejando mi culo lo más expuesto posible para que siguiese dándome. Él, de pie detrás de mí, apuraba la follada diciéndome las mayores obscenidades que mis oídos habían escuchado y que, al excitarme, eran el mejor calmante para mi dolorido ano.
“Vamos, maricona, hoy sí que te vas a llenar de rabo”, “este culo ya no va a pasar hambre nunca más, te lo voy a perforar todos los días, vas a ser mi putita”, “venga, muévelo, que se note que te encanta la polla, te la voy a sacar por la boca”, y otras por el estilo.
El muy cabrón aguantó quizá un cuarto de hora, aunque a mí todavía me parece que fueron horas y mi culo tragó kilómetros de rabo en pistonadas de 20 cm cada una. Cuando por fin se corrió me empujó sobre el suelo y me aplastó con su cuerpo, dándome unos últimos pujos furiosos hasta dejar su última gota de leche muy, muy adentro de mi dolorido tunel.
Aun se permitió reposar la corrida sin sacarla. Yo, caliente como una perra, aguanté sin rechistar disfrutando de su verga menguante y pensando que sería muy difícil repetir un polvo como aquel.
Y efectivamente. Los años han pasado, he follado con muchas mujeres, me han dado buenas mamadas y les he follado por el coño y por el culo; también he probado otras pollas que han satisfecho mis necesidades de hembra. Pero jamás he vuelto a disfrutar de un rabo como aquel, ni me han cogido nunca de forma tan salvaje y placentera.