Hola, amigos: Agradezco muchísimo la acogida que tuvieron para con mi relato anterior. Me ha llegado tal cantidad de correos que me ha sido imposible contestarlos todos. La inmensa mayoría son de hombres y en general, por lo que me comentan, les gustó mi estilo de escritura. Algunos me han sugerido la oportunidad de tener un contacto personal y, si fuera posible, llegar a algo más. De verdad me halagan muchachos, pero lo cierto es que estoy más que bien atendida por mi esposo y mi suegro. Tanto, que a veces no me doy abasto con la gran calentura de mi gordito. Excepto, claro, cuando llega de ver a su… ¿amante? Pero incluso en esos días conserva casi siempre suficiente potencia para darme una buena cogida.
Me encantaría que me escribieran más mujeres para poder compartir impresiones sobre situaciones parecidas a las que estoy viviendo. El tema de la infidelidad me ha interesado mucho, y gracias a mis estudios en psicología, he encontrado bastante información. Chicas, si alguna desea compartir experiencias conmigo en buen plan, con ánimo de entender las situaciones mas que de criticarlas, me gustaría mucho que me escribieran.
Después de esta pequeña introducción, vamos a lo que quiero contarles esta vez. Recordarán que al día siguiente de haber estado con mi suegro y de la gran cogida que me dio mi esposo en la mañana, descubrí que él tenía una amante. Lo que pasó fue que esa misma noche llegó a verme una amiga mía. Estaba muy nerviosa. Aprovechando que mi marido estaba ocupado en esos momentos, me contó que dos días antes lo había visto salir de un motel del otro extremo de la ciudad con una chica muy joven y guapa. Yo ya me esperaba algo así, pero me las arreglé para fingir sorpresa y estupefacción. Mi amiga me comentó que no tenía por qué fiarme solamente de su palabra, que podía constatarlo yo misma. Yo le dije que estaba bien y trazamos un plan. Ella me prestaría su coche para poder seguirlo sin despertar sospechas.
Dos días después, mi marido me dijo que tenía que salir a ocuparse de un negocio esa misma tarde; que llegaría ya muy noche y sería mejor que no lo esperara despierta. Inmediatamente sospeché que se vería con su amante, y mientras él se ocupaba de otras cosas, llamé a mi amiga desde mi celular. Ella me dijo que en cuanto mi marido saliera tendría el coche a mi disposición. Durante todo ese rato intenté comportarme de manera natural con mi esposo. Me ayudaba la sensación de culpa que me quedaba todavía por haber cogido con mi suegro aún antes de estar bien segura de que mi marido me engañaba, pero la verdad es que en mi cabeza daban vueltas muchas emociones contradictorias. Un poco más tarde, después de arreglarse y perfumarse bien, mi esposo se despidió de mí con un beso. Apenas tomó el automóvil y comenzó a alejarse yo me subí al coche de mi amiga y lo seguí más o menos a una cuadra de distancia, conduciendo con cuidado para no perderlo de vista. Llegamos hasta el otro extremo de la ciudad, tal como me lo había dicho mi amiga, y él detuvo en una esquina durante unos minutos. A mí me traían loca el nerviosismo y los celos, pero no tardó mucho en aparecer la chica con la que se había citado. Ella era (es) en efecto, muy joven y guapa. Mi esposo se bajó del carro, la abrazó y la besó con pasión. Durante unos instantes me sentí tan enojada como si yo nunca le hubiera sido infiel y recién descubriera su engaño. Tuve el impulso de bajarme del auto para reclamarles, pero en ese momento la chica se volvió hacia donde yo estaba, y en ese momento me di cuenta de lo poco que conocía a mi esposo y a toda su familia…
La chica era su hermana. ¡Nada menos que su hermana menor!
Sé que es muy difícil de creer. ¡Yo tampoco lo creía! Yo la conocía a ella y sabía que quería muchísimo a su hermano. Y él a ella. ¡Pero esto!…
Durante unos instantes me quedé petrificada. No hubiera podido articular una sola palabra. Los vi subirse al auto y en ese momento reaccioné para comenzar a seguirlos. Rec
orrieron apenas un par de cuadras cuando comenzaron a meter el coche en una especie de garaje. Otra vez con todo cuidado me coloqué donde pudiera verlos. Estaban metiéndose a un auto hotel. Vi a mi marido cuando pagaba y le entregaban las llaves de la habitación. Luego los vi meter el carro en un garaje y cerrar la cortina.
Pocas veces me había sentido tan mal. Aunque yo también lo había engañado, era tan duro descubrir que el hombre al que amas te está siendo infiel… No pude evitar ponerme a llorar. Cuando logré calmé un poco me sentía tan triste y cansada que sólo quise llegar a mi casa, echarme a dormir y no saber más.
No sé cómo manejé hasta allá. Lo cierto es que llegué a nuestra habitación y me arrojé a la cama. Todavía sentía el olor de su perfume en la sábana. Ahí volví a llorar durante un rato más, sin poder ordenar mis pensamientos y sintiéndome triste, furiosa… y también culpable. Afortunadamente, el sueño vino en mi ayuda y me dormí.
¿Nunca les ha ocurrido que cuando tienen un lío terrible un buen rato de sueño les aclara la mente y las cosas dejan de parecerles tan mal como unas horas antes? Precisamente eso fue lo que me ocurrió. Ahora que me sentía descansada podía pensar con mayor claridad. Cierto, mi gordito me había sido infiel. Pero yo le había pagado con la misma moneda. En eso estábamos a mano. No diré que dejé de sentirme enojada, pero la sensación de haberme desquitado me daba cierta satisfacción. Ahora los dos éramos infieles y no teníamos nada que reclamarnos. ¿Qué más daba que hubiera sido con su hermana y con su padre? Y a mí siempre me quedaría en la conciencia que yo no había empezado la situación.
No escribo todo esto para justificarme. Seguramente muchos de quienes leen este relato saben que la venganza suele ser el primer móvil de la infidelidad femenina. ¿Por qué no pagarles con la misma moneda? Como expliqué en el relato anterior, soy muy enojona, al igual que mi marido. Había hecho el amor con mi suegro llevada por mis sospechas y mi enojo, pero después me sentí culpable porque no había confirmado plenamente la infidelidad de mi marido. Ahora que lo había confirmado y sabía que los engaños iban a seguir, no iba a renunciar a seguirme vengando. ¿Qué más daba que mi marido no lo supiera? Yo lo sabía, y esa era mi satisfacción. Claro, tampoco quiero dar a entender que me acosté con mi suegro sólo por venganza. A todos los que hayan leído mi relato anterior les consta lo mucho que disfruté sus atenciones, sus galanteos, y más que todo, su enorme verga. Pero conociéndome como me conozco puedo decir con toda sinceridad que de no haber sospechado de la infidelidad de mi marido, lo de mi suegro jamás se hubiera dado.
Estas reflexiones me permitieron serenarme. Cuando llegó mi marido, lo recibí con buena cara. Esa noche y lo siguientes días nuestra vida y sexualidad continuaron como si nadie supiera nada de lo que ocurría. Claro que, ya que se había dado lo de mi suegro pensaba disfrutarlo al máximo. Y si tenía una nueva oportunidad, estaba decidida a aprovecharla.
No tuve que esperar mucho. Una semana después, mi marido me anunció que iría a un viaje de negocios y tardaría dos días en regresar. Yo no puse ninguna objeción, aunque sabía perfectamente a qué clase de "negocios" se dedicaría. Como él tiene buena comunicación con sus padres, me parecía muy probable que le contara de su viaje a mi suegro. Y si era así, pronto me llamaría y seguramente pasaríamos juntos un rato muy placentero.
Y así ocurrió. Mi esposo se fue un viernes en la mañana. Yo lo despedí con muy buena cara, e incluso hicimos el amor muy rico antes de que se fuera. Su verga visitó todos mis agujeritos, y la verdad les digo que en ese rato, aunque sabía que muy pronto disfrutaría de su enorme verga no pensé para nada en mi suegro. Durante toda la mañana me dediqué a mi trabajo, y en las primeras horas de la tarde sonó mi celular. Contesté y escuché la voz de mi suegro que me saludaba. Después de los saludos de rigor, me propuso sin muchos rodeos que saliéramos esa misma noche. Debo aclararles que mi suegro lleva muchos años separado de su mujer, y por ello dispone de todo su tiempo &
eacute;l y sus compromisos. Por supuesto, acepté inmediatamente. Mi marido ya le había contado sobre su viaje y podríamos disfrutar sin ninguna clase de prisas.
Quedamos de vernos en un lugar donde nadie pudiera reconocernos, así que haríamos un pequeño viaje en auto hasta una ciudad distante unos 24 km de la nuestra. Como se imaginarán, me arreglé muy bonita, con falda, tanguita negra y una blusa sin mangas no muy pegada, por aquello de no mostrar demasiado mi barriguita (sí, a mí me da un poco de pena, pero parece que a mis dos hombres no les molesta en absoluto). Mi suegro pasaría por mí ya caída la noche, a unas cuadras de mi casa, donde no hubiera conocidos indiscretos que pudieran reconocernos. A la hora convenida me fui al punto de encuentro. Él ya me estaba esperando. Me abrió la puerta del carro y sólo hasta que estuvimos adentro me dio un beso de bienvenida. Durante el camino nos fuimos platicando de cosas intrascendentes, y él ocasionalmente me tocaba las piernas mientras yo le sonreía coqueta y seductoramente. El juego fue subiendo de tono, porque yo le devolvía las caricias y él iba subiendo su mano cada vez más, hasta que de plano me acarició mi conchita por encima de la tanga. Eso me excitó muchísimo y le empecé a acariciar la verga por encima del pantalón. Él al mismo tiempo apartó mi tanguita con sus dedos y empezó a acariciarme el clítoris y los labios vaginales con sus hábiles dedos. Me estaba calentando mucho, así que sin pensarlo le bajé el cierre del pantalón y lo suficiente de la trusa para dejar libre su enorme verga. Lo empecé a masturbar suavemente, mientras mi suegro comenzaba a emitir suspiros de placer. Su verga se veía tan grande, tan deliciosa, que no pude contenerme y me acomodé para bajar y darle un besito en la cabeza. Me encantaba su aroma almizcleño, su sabor ligeramente salado. Le pasé la lengua por el tallo y comencé a meterla en mi boca suavemente, disfrutando su textura y su dureza con mis labios y lengua. Estaba tan excitada que de haber sido por mí, se la hubiera mamado hasta hacerlo eyacular. Pero puso su mano delicadamente en mi cabeza y me dijo:
– Dorita, es demasiado delicioso lo que me haces. Si sigues me voy a distraer y podemos tener un accidente. Ya casi vamos a llegar, preciosa. Y entonces podremos disfrutar todo lo que queramos.
Mi suegro tenía razón, así que con cierta lástima saqué su verga de mi boca y le acomodé la trusa y el pantalón. Para tranquilizarme un poco, le mandé un mensaje a mi marido avisándole que ya me iba a acostar. Tardó un poco en contestarme, así que supuse que estaría haciendo con su hermana lo que yo misma iba a hacer con mi suegro. Así le di las buenas noches y además me aseguraba de que no me fuera a llamar durante el resto de la noche.
En el ínterin llegamos a la ciudad. Mi suegro me dijo que entraríamos a un hotel de las afueras y que podríamos dejar el coche en el garaje. Mi suegro pagó la habitación y sin prisas, pero con ansiedad, subimos a la habitación.
Apenas cerramos la puerta, nos empezamos a besar. Ambos estábamos calientes y queríamos sexo, así que no perdimos tiempo, y mientras nos besábamos nos despojamos de todas nuestras prendas. Él me comenzó a besar el cuello, pasándome la lengua, haciendo que mi panocha se mojara cada vez más. Se apoderó de mis senos y nuevamente sentí sus labios y sus dientes besando, chupando, lamiendo y mordiendo mis pezones con mucha delicadeza. Me sentía tan caliente que comencé a gemir, sintiendo descargas eléctricas que recorrían mi cuerpo y me ponían más y más cachonda. Pronto se arrodilló para lamer mi panocha, y era tanto placer que sentí un deseo irrefrenable de tener su verga dentro de mi vagina, o por lo menos en la boca. Pero a la vez no quería que apartara su boca de mi concha. Al parecer, él tuvo la misma idea, pues me propuso que hiciéramos un 69, a lo que yo accedí encantada.
Se acostó en la cama y yo sobre él. Otra vez tenía su verga frente a mí. No perdí tiempo y me la metí a la boca. Casi inmediatamente sentí la lengua juguetona de mi suegro en mi conchita y procedimos a darnos muchísimo placer con nuestras bocas. Es maravilloso sentir una lengua tan hábil acariciarte la panocha mientras una verga deliciosa te llena la boquita. La mamaba con avidez, sacándomela só
;lo para pasarle mi lengua por el tallo y sentir la dureza de su tronco entre mis labios y mis dientes. Gozaba tanto la verga y la lengua de mi suegro que sentí que me vendría de un momento a otro. Pero él se vino un poco antes, justo cuando estaba a punto de volver a meter su verga en mi boca después de haberle dado unos besitos. Su leche cayó sobre mi lengua y yo me metí su verga para que me diera todo su semen en la boquita. No quería dejar fuera ni una gota. El morbo, aquella leche deliciosa y la maravillosa lengua de mi suegro hicieron lo propio y me vine también en un gran orgasmo que me dejó desorientada y relajada por unos momentos.
Estuvimos unos momentos tendidos, recuperando el aliento. Después del tremendo orgasmo nos dio hambre a los dos, y decidimos ir a un restaurante cercano a comer algo. La cena fue deliciosa y estuvimos un buen rato platicando hasta que nos ganó nuevamente el deseo. La mano de mi suegro se deslizó bajo la mesa y comenzó a acariciar mis piernas, subiendo cada vez más. Y por arriba, nuestros labios se acercaron para besarnos mientras él subía la mano y comenzaba a acariciar mi panochita por encima de mi tanguita. Ambos nos excitamos tanto que mi suegro me dijo al oído: – Dorita, tengo ganas de ti nuevamente.
– Sí, vamos a nuestro cuarto -le respondí-. Yo también te deseo.
No tardamos mucho en llegar y comenzar a recorrernos otra vez con nuestras manos, labios y lengua. Nuestras ropas volaron rápidamente y su boca volvió a apoderarse de mis senos con ansia y pasión. Estaba tan excitada que tomé su verga con mis manos y empecé a darle masaje, disfrutando de su maravillosa rigidez. Sentí unas ganas enormes de montarme en esa verga deliciosa, así que lo empujé sobre la cama y le dije que quería cabalgarlo. Mi suegro se acomodó en la cama y yo me coloqué sobre él. Con mi mano guié su verga hasta mi conchita húmeda y ansiosa para sentarme poco a poco. Los primeros centímetros se me fueron rápido y yo di un gritito de deleite y sorpresa al sentirme tan llena así de pronto. Después fui descendiendo más lentamente para disfrutar cada momento de la penetración, hasta que los labios de mi panocha toparon con la base de la tranca de mi suegro. Nunca antes me había sentido así de llena y penetrada. El goce era indescriptible, y lo fue todavía más cuando comencé a moverme rítmicamente, emitiendo gemidos de placer. Sentía que la verga me llegaba hasta el cuello, y más cuando tomó mis senos y me levantó un poco para dejarme caer y enterrarme su verga todavía más.
Comenzábamos a movernos más y más rápido. Mi suegro pellizcaba mis grandes senos y a momentos se enderezaba para chupar y morder mis pezones que estaban erectos y duros como piedras. Sus manos bajaban para apretar mis caderas y mis nalgas y atraerme cada vez más hacia él. Era tanto el placer que sentía que me di cuenta que no iba a resistir mucho tiempo, así que comencé a mover mi culito cada vez más rápido, apresurando la llegada. Mi suegro se dio cuenta y comenzó a apretarme los senos con más fuerza. Entonces me vine en un tremendo orgasmo que me dejó casi sin fuerzas y me obligó a tenderme sobre él.
– ¿Disfrutaste, Dorita?
Yo asentí. Sentía todavía su dura verga dentro de mi vagina. La sensación me excitaba y comencé a moverme poco a poco. Él lo notó y también comenzó a moverse de nuevo, y al sentir que su verga dilataba mi vagina comencé a sentir placer nuevamente y a corresponder cada vez con mayor entusiasmo.
– Quiero venirme… Dorita. Me gustaría… llenarte de leche. Pero no quisiera…
Yo le sonreí y con voz entrecortada le aseguré que no habría problemas. Un día después de que confirmé la infidelidad de mi marido había vuelto a tomar la píldora, y siempre me había funcionado muy bien.
– Entonces… prepárate para… recibir… mi leche dentro de ti.
La idea de recibir la leche de esa tremenda pistola me excitaba todavía más. Otra vez fuimos in crescendo, moviéndonos cada vez más rápido. Mi suegro aprovechó que yo seguía reclinada sobre él para apoderarse de mis senos y mamarlos alternativamente, mientras su inquieta tranca dilataba mi vagina como nunca lo había estado antes. Entonces me enderecé del todo y comencé a cabalgarlo como
una amazona en su mejor carrera. Yo sentía que volvería a venirme a cada momento, como si el resto de mi cuerpo hubiera dejado de existir y yo no fuera ya otra cosa que una panocha enorme. Mi suegro se movía tan rápido que me hacía gozar en una corriente casi continua, hasta que comenzó a decirme que ya no resistía.
– ¡Ah, ahhhhh…. Dorita, me voy a venir… me voy a venir….
– Sssiii… ¡Síiiiiii…. ¡Dámelo, dámelo todo… ¡Quiero tu leche!
– ¡Siiiii… tómala todaaa…
– ¡Aaaaahhhh….
Se aferró a mis caderas y empezó a dejarme ir toda su leche. Sentí delicioso cuando sus chorros comenzaron a bañar las paredes de mi vagina, inundándome toda, haciéndome gozar tanto que yo también me vine gritando de placer y arañando su abdomen. El orgasmo nos dejó deshechos, y apenas recobré fuerzas para colocarme a su lado mientras él apagaba la luz. Un instante antes de dormirme sentí cómo la leche calientita salía de mi vagina para escurrir entre mis muslos y sonreí mientras me dejaba vencer por el cansancio.
A la mañana siguiente yo desperté primero y me dirigí al baño. Mientras hacía mis necesidades y me sacudía la morriña advertí el semen seco de mi suegro entre mis muslos y en mi vello púbico. Sonreí pensando en lo placentera que había sido la noche anterior y en que todavía teníamos el resto de la mañana. Comencé a sentir calor y decidía darme un baño para refrescarme.
Apenas acababa de enjuagarme el cabello y comenzaba a enjabonarme cuando escuché que la puerta de la regadera se abría y vi entrar a mi suegro. Nos dimos los buenos días con un beso. Me abrazó, y sentí contra mi vientre su durísima erección mañanera. De buena gana me hubiera abalanzado inmediatamente sobre su verga para mamarla, pero él me dijo que deseaba orinar, y que no podría hacerlo allí conmigo por la erección que le provocaba. Yo le sonreí divertida y le dije que lo esperaría. Tan pronto como terminó vino a unirse a mí a la regadera y nos enjabonamos el uno al otro, cachondeando todo nuestro cuerpo y lavándonos a conciencia.
Mientras nos enjuagábamos, mi suegro se apoderó nuevamente de mis senos y comenzó a mordisquearlos tan deliciosamente como mi esposo. Me sentía tan caliente que no esperé, y ahí mismo en el baño me arrodillé para sujetar su verga y metérmela en la boca de la manera más golosa. Mi suegro gemía de deleite mientras yo suspiraba sintiendo como mi panocha se inundaba de jugos y su verga se ponía bien dura. Quería sentirme de nuevo penetrada, poseída. Se lo dije a mi suegro y salimos del baño sin apenas secarnos. Nos abrazamos en la habitación, besándonos apasionadamente, comiéndonos los labios, las lenguas, el cuello, mis senos y su pecho.
– Dorita, Quisiera penetrarte de perrito.
No me lo dijo dos veces, porque esa posición siempre ha sido de mis favoritas. Me coloqué en cuatro sobre la cama, apoyando mi cabeza sobre mis manos y la almohada. Siempre me ha gustado más así por ser más descansado, aparte de que mi marido siempre me ha dicho que mi culito resalta todavía más. Al parecer, a mi suegro también le gustó lo que vio, pues comenzó a acariciar mis nalgas mientras se acomodaba detrás de mí. Comencé a temblar de anticipación, sintiendo cómo frotaba su verga en mis nalgas. En un momento, sentí su cabeza deslizarse en la línea de mi culo, frotando un poco mi esfínter y produciéndome una sensación tan intensa que di un saltito de excitación.
– Tienes un culito bien grande y maravilloso, Dorita. ¿Te lo han metido alguna vez por el ano?
– Sssii… -alcancé a decir con voz desmayada. Desde que mi esposo me lo había hecho por primera vez me había gustado el sexo anal, aunque siempre me dolía al principio. Por un momento comencé a temer que mi suegro quisiera meterla por ahí, ya que su verga era mucho más grande que la de mi esposo, pero no ocurrió así. Se contentó con frotar un poco más su cabeza contra mi esfínter y luego llevó su verga a la entrada de mi vagina, donde ya mis labios vaginales comenzaban a abrirse para recibirlo.
Después de frotarme un poco más los labios y el clítoris yo estaba ardiendo, ansiosa de senti
rme penetrada por su enorme tronco, y entonces me lo metió lentamente, pero de un solo envión. ¡Dios mío! Ni siquiera cuando me senté sobre él me había sentido tan llena. Si me lo hubiera metido rápido estoy segura de que me hubiera dolido, pero en vez de eso casi tuve un orgasmo solamente con la penetración y boqueé como un pez al que hubieran sacado del agua. Enseguida, mi suegro comenzó a moverse lentamente. Yo sentía que mi vagina aprisionaba a su verga, como deseando que no se saliera y la sentía dilatada de nuevo con cada vez que me lo metía. Pronto me sentí transportada, apenas era consciente de otra cosa que no fuera el placer, mientras mi suegro me daba cada vez más rápido y me apretaba y masajeaba las nalgas con frenesí.
– Ay, Dorita… qué delicioso. Tienes la conchita bien apretada, preciosa. ¿Estás disfrutando?
– ¡Ah… ¡¡Aaaah… Sssiii… ¡Queeee … rico…
De tanto placer que experimentaba empecé a sentir que me fallaban las piernas. Ahora mi suegro me estaba dando rapidísimo, metiendo su deliciosa verga hasta donde era posible. Mi excitación era tanta que pronto sentí que me venía, estallando en un delicioso orgasmo que me quitó todas las fuerzas. Caí sobre la cama, vencida, mientras mi suegro caí arriba de mí sin sacarme la verga. Por un momento no reaccioné, pero sentía la dura verga de mi suegro todavía aprisionada por mi vagina, y sentí deseos de que terminara sobre mis nalgas.
– Por favor, vente sobre mis nalgas. Dame la leche sobre mis nalgas -dije, excitándome con la idea de tener su leche sobre mi culito.
– Cómo no, Dorita -dijo mi suegro, al parecer tan excitado como yo.
Me incorporé de nuevo para facilitarle la penetración y volver a disfrutar de su verga hasta el fondo de mi vagina, pero esta vez ya no resistió mucho más. Apenas me había incorporado cuando mi suegro me sacó la verga, gritando de placer. Al sentir el primer chorro de leche sobre mi ano me excité tanto que me puse a gemir de excitación. Siempre me han encantado los derrames de leche sobre mi culo y mi espalda, y mi suegro me estaba dando una muy aceptable ración. Cuando terminó de venirse, nos tendimos en la cama para reponernos. Sentía mi culo y mi ano llenos de semen, y me hubiera encantado que mi suegro me lo frotara en las nalguitas, pero no lo hizo. Nos quedamos descansando un rato y luego nos fuimos a bañar. Nos cachondeamos bastante y nos mamamos el uno al otro en la ducha, pero ya no intentamos irnos a la cama de nuevo.
Esa tarde la pasamos en aquella pequeña ciudad. Fuimos a comer y nos paseamos en el parque como cualquier pareja de enamorados y sin temor a que nos descubrieran. Ya cerca de la noche volvimos. Por acuerdo tácito omitimos conversar sobre mi marido y sus infidelidades. Desde la vez anterior noté que por alguna razón mi suegro se molestaba al tratar ese asunto, y lo atribuí a que él sospechaba que mi esposo se entendía con su hermana. Nos limitamos a conversar sobre nuestros trabajos. Yo había quedado de reunirme con unas amigas (supuestamente aprovechando la ausencia de mi marido), así que mi suegro me dejó otra vez a unas cuadras de la casa, pero en un lugar distinto al de nuestro punto de partida. Nos dimos un beso de despedida y por supuesto, acordamos volver a vernos cuando tuviéramos oportunidad y minimizando el riesgo de ser descubiertos.
Las relaciones con mi suegro aún continúan, y sé muy bien que las de mi esposo con su hermana también. En un futuro les contaré cómo tratamos finalmente mi suegro y yo el asunto de mi marido y su hermana. Y lo que resulta mucho más excitante: les contaré de la vez en que recibí por fin la verga de mi suegro por el culito. No fue fácil y aunque parezca raro sólo lo hemos hecho una vez, porque a mi suegro no le gusta mucho este tipo de sexo y a mí me resultó doloroso, aunque al final lo haya disfrutado. Pero ese relato queda para otra ocasión. Besos a todos y muchos saludos.
Autor: Gorditasexy_78 gorditasexy_78 (arroba) yahoo.com.mx