Miré otra vez su verga en erección, y me la metí en la boca con toda la suavidad de la que soy capaz. Fue la mamada más tierna, intensa y perra que hice en mi vida. Fui la más dulce de las amantes y la más puta. En todo tiempo fui consciente de que se la estaba mamando a mi hijo, y también fui consciente de que él jadeaba de placer.
Mi relación con mi hijo siempre fue especial, eso se los puede decir cualquiera, y por eso a muchos no les llamó la atención que pasara lo que pasó en esa noche que nos cambió la vida a los dos. Habrá quien lea esto como una historia de incesto, yo prefiero que piensen que es una historia de amor y de pasión.
Soy Marilina, de Buenos Aires, y hoy tengo más de 40 años. Quedé embarazada cuando tenía 17 años de un chico al que no volví a ver nunca más. Nació Martín y prácticamente lo crió mi mamá, porque yo seguí con mi vida irresponsable de siempre. Algunos culpan de eso a Ágata, mi mejor amiga, ella sería la famosa “mala compañía” que me echó a perder.
Bueno la cuestión es que un poco influenciada por Ágata, debo reconocerlo, me sumé a una comunidad artística que había tenido su brillo en otra época liderada por Bruno, un maestro de actores –y de pintores, y de músicos, y de casi todas las disciplinas- que ahora estaba un poco en decadencia.
Ahí pude explorar mi veta artística, pero sobre todo descubrí dos cosas que ya no podría dejar: ciertas sustancias estimulantes (llamémoslas así), y el sexo en grupo. Bruno, que por entonces tenía unos 50 años (yo aún no había cumplido 20), fue el maestro de ceremonias de mi iniciación. Para dar un ejemplo: fue el primero que me hizo sexo anal, y me desvirgó delante de los demás, en medio de un ritual que nunca olvidaré por lo hermoso y por lo placentero.
Fui durante un tiempo una especie de protegida de Bruno, además de su amante principal lo cual no significaba contrato de exclusividad. De hecho me compartió con mucha gente, y gracias a él le chupé la pija a más de un artista famoso que no viene al caso mencionar.
Montábamos obras de teatro independientes y como nadie quería prestarnos una sala por la gran cantidad de escenas de desnudez y sexo explícito que incluían, terminábamos haciéndolas en lugares marginales ante poco público. Lo mismo sucedió con un cortometraje que filmamos bajo la dirección de Bruno. El único interesado en comercializarla fue un distribuidor de películas porno que además nos ofreció un contrato a Ágata y a mí para hacer otros videos porno (aceptamos, pero otro día les contaré sobre eso).
En definitiva, nadie entendía las ideas de Bruno (que los demás miembros de la comunidad y yo compartíamos), sobre sexo libre. Así fue que pasaron los años y él tuvo una idea que si bien me pareció tardía encerraba cierta magia: instalarnos en El Bolsón, cortar lazos con el resto del mundo, hacer vida comunitaria de verdad. (El Bolsón es una pequeña aldea de montaña elegida en los setentas por el movimiento hippie argentino como residencia, algunos siguen viviendo allí).
Por entonces mi hijo Martín tenía ya más de 10 años y lo llevé conmigo. Veinte integrantes de la comunidad de Bruno viajaron con nosotros, en El Bolsón se nos sumaron más, la cuestión es que al tiempo éramos cerca de cincuenta, de los cuales sólo cinco éramos mujeres (entre ellas mi amiga Ágata).
Compramos una enorme casa que ampliamos construyendo algunas habitaciones más, rodeada de un inmenso parque en la ladera de una montaña. Teníamos privacidad para que no nos molestara la gente con prejuicios, e íbamos una o dos veces por semana al pueblo. Era un proyecto loco, desfasado en el tiempo, pero por eso mismo maravilloso. Fue una época increíble de mi vida. Experimenté con todas las sustancias que se puedan imaginar, y tuve sexo con todos, absolutamente todos (y todas), los integrantes de la comunidad.
Yo por entonces había pasado los 30 años y tenía un cuerpo atractivo. Mi habilidad para el sexo oral, mi predisposición para dejarme sodomizar, así como para la doble penetración, eran tan apreciados como mi capacidad de percibir cuándo la hierba estaba lista para ser cosechada.
Las orgías duraban días enteros y como les digo participaban todos. O casi todos: mi hijo Martín nunca se integró. Había otros chicos y chicas de su edad (18, 19 años), pero con ellos tampoco se integraba (yo en cambio ya me había acostado con todos ellos). Mientras yo pasaba la mayor parte del tiempo fumada, desnuda y teniendo sexo con alguien de la comunidad, Martín no hacía ninguna cosa parecida.
Le pedí a Ágata que intentara hacer algo. Mi amiga se metió desnuda en su cama, se le ofreció sin reparos, pero mi hijo la rechazó. Entonces se lo pedí a Bruno, que también se metió desnudo en su cama, pero con el mismo resultado. A Martín no parecían interesarle ni las mujeres ni los hombres. Fue entonces que sucedió esa noche ya famosa que nos cambió la vida.
Era verano, hacía calor. Yo estaba completamente dada vuelta, llevaba tres días seguidos cogiendo sin parar, tomando, fumando y aspirando de todo. Estábamos al aire libre, sobre el césped, bajo un increíble cielo estrellado. Recuerdo vagamente (algunos detalles me los contaron después), que me estaban haciendo doble penetración dos nuevos integrantes de la comunidad. Me quedó grabado que el que me la estaba metiendo por el culo tenía una verga enorme, porque si bien yo estaba muy dilatada por tanto sexo anal a lo largo de mi vida, sentía cierto dolor.
Me sentía en otro mundo. Una chica jovencita me chupaba los pezones, había alguien más tratando de meterme su pija en la boca, y muy cerca estaba Ágata disfrutando algo parecido, podía escuchar sus gemidos. Bruno también estaba allí, masturbándose mientras observaba todo, esperando su turno de entrar en acción. En eso abrí los ojos y vi a un costado a mi hijo Martín. Tenía la misma actitud de siempre, no hacía nada, sólo observaba cómo me cogían. Bruno también lo vio, me miró, volvió a mirar a Martín, miró a Ágata y a los que estaban con ella y dijo:
-Vamos a terminar con esto de una vez.
Sé que un grupo fue hasta donde estaba Martín y lo sujetó de pies y manos para que no pudiera moverse. Otro grupo me acercó a mí a la rastra hasta ese lugar. Yo estaba desnuda, cubierta de semen, aturdida, excitada a más no poder, acostada debajo de mi hijo que, ahora lo veía, tenía una erección descomunal. Lo miré a los ojos. No había resistencia de su parte, bien podrían haberlo soltado que, estoy segura, se habría quedado allí.
Miré otra vez su verga en erección, y me la metí en la boca con toda la suavidad de la que soy capaz. Fue la mamada más tierna, intensa y perra que hice en mi vida. Fui la más dulce de las amantes y la más puta. En todo tiempo fui consciente de que se la estaba mamando a mi hijo, y también fui consciente de que él jadeaba de placer.
La soberbia chupada de pija que le hice a mi hijo Martín tuvo una rápida consecuencia: acabó chorros de leche en mi boca. Parecía que no terminaba nunca, y yo me la tragué toda con placer, sonriendo, feliz. Martín también lo había disfrutado. Entonces me abrí de piernas, le ofrecí la concha que había sido de todos, pero a la que él tenía más derecho que nadie.
Bruno lo empujó hacia mí, y mi hijo hundió la cara en mi sexo arrancándome un bramido de placer. Ágata le hizo una corta mamada y rápidamente Martín recuperó su erección. Me recosté sobre él. Su pija se deslizó dentro de mí con naturalidad, y nadie en ese momento pensó en los mandatos sociales que censuran actos semejantes de una madre con su hijo.
Levanté las piernas para que la penetración fuera más profunda. Gocé, él gozó, todos quienes nos rodeaban se regocijaron. Esa fue la noche del quiebre. Desde entonces todo cambió.
Hoy seguimos en El Bolsón, pero la comunidad se disgregó. En una pequeña casita vivimos Ágata, Bruno, mi hijo Martín y yo. Seguimos teniendo sexo en grupo, todos con todos, para nosotros no hay hétero, les, ni gay ni nada, sólo hay sexo, felicidad, paz y amor.
Ágata y yo intentamos que Bruno nos preñara, pero no lo hemos conseguido, quizá se deba a que él ya tiene sus años. Ágata lo está intentando ahora con Martín y, debo confesarlo, yo también. Ya veremos.
Autor: Marilina
mmm muy rico! agregame para q hablemos mejor [correos NO permitidos en comentarios – eliminado por la administración R.M.]
estimada amigo al leer tu relato me gusto mucho tal ves bruno quiere que tu hijo martin sea el que las preñe a ambas me gustaria ver en tus proximos relatos cuando ambas esten ya preñadas y descrivas los mejores momentos espero poder leer mas de tus relaciones con tu hijo y tu amiga me despido tu amigo unidad75