Hola me llamo Marta y quiero contaros lo que me pasó con mi amiga Laura hace unos cinco años.
Ahora tengo 28 por lo que esto sucedió cuando ambas teníamos 23. En aquella época yo estaba totalmente enamorada de su hermano Diego. Su hermano era seis años mayor que nosotras, hacía mucho deporte y era (y sigue siendo) muy guapo. El problema es que tenía muchas novias y nunca se fijaba en mi. Ambas teníamos mucha experiencia pues somos bastante calientes, estamos muy buenas y no nos faltaban pretendientes. Pero a pesar de conocer bien a los hombres yo estaba que me moría siempre pensando en él y me imaginaba cómo sería estar entre sus fuertes brazos. Estaba convencida de que si consiguiera salir aunque fuera tan solo una vez dejaría a las demás y me querría solamente a mí. Constantemente insistía a mi amiga Laura para que me consiguiera una cita con Diego. Ella me repetía que era imposible, que su hermano no salía más que con chicas mayores y que yo era demasiado pequeña para él. Yo seguía y seguía insistiendo hasta que un día le dije que estaba dispuesta a hacer lo que ella quisiera si me conseguía una cita con Diego. Ella me dijo que era imposible pero que si tanto quería esa cita lo intentaría a cambio de que yo cumpliera sus deseos durante un día. Acepté sin pensarlo pues no me imaginaba lo que mi amiga Laura podía estar pensando.
Dos días más tarde Laura me dio una nota firmada por Diego en la que me invitaba a salir el próximo domingo por la tarde. Empecé a dar saltos de alegría como una loca; por fin podría estar con mi adorado Diego. Pasaron unos minutos en los que no me podía creer que fuera a hacer realidad mi deseo cuando me di cuenta de la mirada y la sonrisa burlona de Laura.
– Ya tienes lo que querías ¿no? pero ahora tienes que cumplir tu trato ¿o quieres que vuelva a hablar con Diego?
– No, por supuesto que no –dije- ¿qué quieres que haga?
– Ahora no, el sábado. Quiero que vengas a mi casa a las siete de la mañana, ¿de acuerdo?
– Muy bien, así lo haré.
No tenía ninguna intención de hacer que Laura se enfadara, no solo porque podría enfadarse y romper mi cita con su hermano, sino principalmente porque era mi amiga y le estaba muy agradecida por conseguirla.
Pasamos la semana trabajando (trabajamos juntas en las oficinas de una empresa) y con nuestra rutina habitual sin mencionar para nada el sábado. Tan solo el viernes a última hora Laura me recordó nuestra cita. Acudí puntual a las siete y abrí la puerta con la llave que me había dado. La encontré en la cama recién despertada. Se mostró contenta de que hubiera venido y me ordenó que la desnudara. Me quedé sorprendida; a ambas nos gustan los hombres y hemos ligado e incluso follado juntas con nuestros novios ocasionales, pero nunca había notado ninguna inclinación lésbica en Laura. Al ver mis dudas me confirmó que tan solo quería saber cómo era hacerlo con una mujer, que yo le gustaba y que nunca más volveríamos a hacerlo.
La verdad es que la situación era morbosa. Acerqué mi cara a la suya, abrí sus labios comenzando a jugar con su lengua. Era deliciosa. Fui desnudándola suavemente con muchas caricias mientras notaba como nuestro calor aumentaba, en parte por la excitación y en parte por la vergüenza que nos producía. Recorrí todo su cuerpo besando y acariciando cada pliegue de su piel. Entonces Laura se incorporó y me desnudó. Nos besamos y acariciamos hasta formar un 69. Nunca había sentido ni el olor ni el sabor de un sexo femenino pero no me resultaba desagradable en absoluto. Era muy sensual y erótico. Laura me estaba volviendo loca con su lengua en mi sexo. Parecía como si cada caricia que hacía en el cuerpo de Laura la estuviera haciendo en el mío propio lo que hizo que por primera vez tuviera un orgasmo lésbico. Nos abrazamos y le aseguré que no me importaría repetir la experiencia con ella alguna otra vez.
Cuando nos repusimos Laura decidió que quería depilarme y dejarme «como el culito de una niña». Fue divertido. Cuando terminó nos duchamos y vestimos. Como era sábado el horario de la oficina era de nueve y media a dos, por lo que tuvimos que apresurarnos para no llegar tarde. En el momento en que entr&aacut
e;bamos al trabajo Laura me dijo que ahora quería divertirse y que yo tenía que hacer el amor con los hombres que ella decidiera. Abrí la boca para protestar pero me la tapó con su mano y me dijo que el día no había acabado y que seguía siendo su esclava. Decidió que utilizaría una palabra clave y que tendría que hacerlo con quien la pronunciara. La palabra sería «por favor». Le pedí que fuera discreta porque podía dañar nuestro futuro laboral y entramos.
Las oficinas donde trabajamos tienen varias plantas de un gran edificio. Nosotras trabajamos en la misma planta aunque a varios metros de distancia. Ella es supervisora de un departamento y yo tan solo secretaria. Encendí el ordenador y comencé a trabajar. Tenía bastante trabajo acumulado. No había pasado ni media hora cuando vino a mi mesa el asistente de Laura. Ambos se ocupaban de la misma labor trabajando en equipo, siendo ella quien tomaba las decisiones finales. Se llevaban muy bien e incluso habían salido juntos en algunas ocasiones. Ahora eran tan solo amigos. Me dijo –Marta, por favor- Mi cara se volvió roja como un tomate. La verdad es que es un chico joven y bastante guapo pero estaba muy nerviosa. Le dije, cuando conseguí sobreponerme, que cómo quería hacerlo y me dijo que me esperaba en el aseo de caballeros en dos minutos. En cuanto entré, él me dijo que allí no había nadie más. Se sentó sobre la tapa del inodoro, metió sus manos bajo mi corta falda y me quitó las bragas que olió con gran agrado metiéndolas en su bolsillo. Me atrajo hacia él haciendo que su pene se introdujera en mi vagina del primer impulso. Yo estaba muy lubricada por la excitación por lo que no me costó. Mientras le cabalgaba abrió mi blusa y acarició mis pechos sobre el sujetador. Le dije al oido que no se le ocurriera correrse dentro de mi o le arrancaría las pelotas y que el trato con Laura era dejar que me follara pero no que me embarazara. Sacó mis pechos del pequeño sujetador metiendo su cara entre ellos. Unos minutos después me empujó hacia arriba sacando su pene eyaculando una gran cantidad de semen que cayó sobre nuestras piernas. Recompuse mi falda y blusa y salí del aseo cuando nadie miraba y volví a mi mesa. Unos minutos más tarde recordé que mis bragas estaban en su bolsillo del pantalón por lo que me dirigí a donde estaba trabajando. Estaba con Laura quien me preguntó nada más verme si me había gustado. Sin responder su pregunta me giré hacia su compañero pidiéndole mis bragas. Él se sonrió mirando a Laura quien las sacó de un cajón de la mesa. Me dijo que me fuera y que pasaría todo el día sin ellas con el sexo al aire. Me dijo que me diera prisa porque pronto tendría otra visita. Su mirada no me permitía protestar, si quería mantener la cita tenía que proseguir. Se estaba divirtiendo mucho.
Pasó casi una hora en la que apenas podía concentrarme en mi trabajo. Muchos compañeros y compañeras se acercaban a mi mesa para pedirme documentos constantemente, lo que hacía que mi corazón saltase a cada momento temiendo oír la palabra «mágica». Vino otro compañero. Apenas le conocía porque trabajaba en el piso de arriba, pero sabía de él que era el marido de otra compañera con quien Laura tenía frecuentes disputas. Podría ser que quisiera vengarse de ella o podría ser otra falsa alarma. «Mónica, por favor» Sus palabras volvieron a golpearme. Le dije que fuera al aseo de caballeros y me hiciera una seña discreta si no había nadie. Al poco me reuní con él. Nos metimos en uno de los apartados y me dijo al oído que su mujer nunca se la chupaba y que quería que yo se la chupara. ¡Qué asco! Era un cuarentón medio calvo y con aspecto de no ducharse todos los días. Me agaché y bajé la cremallera del pantalón. Ya tenía el pene casi erecto del todo por lo que lo metí en mi boca. No me costó apenas esfuerzo porque era bastante pequeño. Él tenía sus dedos en mi pelo aunque sin hacer presión. Al ser bastante pequeño me cabía en la boca del todo sin apenas dificultad. No habían pasado ni tres minutos cuando apretó mi cabeza metiendo su pene hasta el fondo y eyaculando en mi garanta sin que yo pudiera evitar tragar su semen. Le insulté con palabras muy gruesas y le dije que no tenía derecho a correrse en mi garganta y le di un gol
pe en sus pelotas que le hizo doblarse de dolor. Diez minutos más tarde desde mi mesa le vi salir del aseo. Todavía le dolía. Le vi marcharse lo más rápido que podía.
Seguí trabajando. Ya solo faltaba una hora para terminar la jornada del sábado. Laura se acercó a mi mesa. Tenía una sonrisa en los labios, parecía que estaba disfrutando. Ya sabía lo que le había hecho al calvo y no le parecía mal. No tenía interés especial en él, tan solo pretendía fastidiar a su odiosa esposa y compañera. Me dijo que se lo estaba pasando muy bien y que estaba encantada de cómo cumplía los tratos. Mientras se marchaba me dijo que tendría que atender a otro «compañero» antes de que terminara la mañana.
Autor: Nekosan
nekosan ( arroba ) wanadoo.es