Disfruta aquí de la parte 10 de «Los encantos de Papi»
Mientras Raúl tomaba algo del refrigerador, Anne tomó unas servilletas de papel, se levantó rápidamente y limpió la huella de su reciente coito anal. Las hizo bola y se las llevó en la mano, diciéndoles que iba a bañarse y cambiarse, levantándose de prisa. Tomás notó la mancha transparentarse en la sensual ropa de dormir de su bella hija.
Ya sola, se sentó en el excusado para expulsar el semen de su padre que aún tenía dentro de su intestino, asombrada, aun habiendo pasado menos de un día de haber eyaculado masivamente en su boca. Lo comenzó haciendo de la manera más silenciosa posible, hasta que comenzó a pedorrearse y se defecó. En la regadera no pudo evitar tocarse y venirse acariciada por el caliente chorro de agua, deseando hacer el amor Tomás ahí mismo, como en Nueva York. Era ella quien ahora sentía que no podría aguantar hasta el jueves.
Por la noche, Anne checó bien sus compromisos, y no tenía alguno que le impidiera pasar un buen rato con su él durante todos los días de la semana. Nada de juntas en escuelas ni amigas.
Como aquella inolvidable primera vez, Tomás aguardaba aquel lunes a su hija, frente a su escritorio. Cuando vio la minivan llegar, sintió de inmediato su pene comenzar a endurecer. Lo observó bajarse de la camioneta, saboreándola.
Anne entró.
Tomás estaba inquieto. Su hermosa hija se estaba tardando un poco más de lo normal al cerrar la puerta. La escuchó dejar las llaves. Se deshizo de toda la ropa deportiva que llevaba. Le había dicho a Raúl que estaría en casa de papi, ayudándolo a poner sus cosas en orden y limpiar un poco tras su prolongada ausencia.
Segundos después, apareció frente a él, completamente desnuda. Se detuvo y se quedaron viéndose mutuamente, Anne sin quitar la mirada del erecto garrote saliendo de su cremallera, y Tomás sin dejar de admirar a su musa. Sus pezones estaban encendidos y mirada llena de lujuria.
Anne comenzó a caminar lenta y sensualmente hacia su padre. Se inclinó y lo besó suavemente en la boca.
“Cógeme así…vestido, novio”, dijo sensualmente ella, dirigiendo su boca a la babeante y dura macana, besándola y mamándola con su ya habitual pasión, arrodillada e inclinada entre los muslos de su masivo amante, mientras éste se deleitaba mirando como la saliva de Anne mezclada con su baba seminal unía con los transparentes hilos su bella cara con su duro y ganoso miembro.
El corría sus manos por la suave y tibia espalda, tratando de llegar sin moverse mucho hasta sus apetitosas nalgas, mientras ella seguía poseída del pene de su padre.
Un par de minutos después, Anne se levantó. Trepó en la humanidad de Tomás, metiéndose el duro pene en la vagina. Al sentirse ya ensartada, unieron sus bocas y comenzó el rítmico movimiento, ella completamente desnuda y el aún vestido.
“Me hace falta esa pulgada y media que tienes bajo la ropa, novio”, dijo Anne, “y un testimonio no estaría mal”, agregó, al tiempo que se separó de la dura verga de su amante, incorporándose.
Tomó la cámara y le dio la orden a Tomás que la filmara. Su increíble erección estaba en medio de la escena, mientras Anne le quitaba los tenis y calcetines, luego el pantalón, tirándole un beso a la cámara. Comenzó a besarle los pies y lamerlos como adorándolo, continuó besándolo hacia arriba, hasta llegar de nuevo a mamarle el pene ávidamente, prosiguiendo luego por su estómago y pecho. Tomás detuvo la filmación, cuando Anne se acercó para fundir finalmente sus bocas en el momento en que la penetró con energía, arrancándole sus legendarios gemidos, comenzando de inmediato a moverse rítmicamente sobre sus caderas, restregándose en forma circular, si temor ni restricción algunos; ya la había sucedido lo que tenía que suceder.
“¡Quiero que sea como en Nueva York…que me culees todo lo que puedas hoy…mañana, siempre!”, jadeaba Anne, presa de los placenteros embates de su añoso padre, hasta que tras varios minutos le anunció que se venía, justo después de que experimentó su primer orgasmo del día.
Los chasquidos de sus cuerpos aminoraron al tiempo que Tomás comenzó a liberar su carga en la vagina de su bella y caliente hija, haciéndola gritar y agitarse como poseída, exprimiéndolo con sus contracciones vaginales, hasta asegurarse de haberse quedado con todo el semen sus entrañas.
Quedaron un buen rato en silencio.
“Estelita amenazó con venir a pasar unos días conmigo”, dijo Tomás. “No dijo cuándo, solo que me caería de sorpresa”, dijo Tomás con cierto tono de fastidio. “Cuando llegué anoche tenía tres recados”. Anne explotó. Su sensual modo cambió al de un monstruo, profiriendo todo tipo de maldiciones contra su intrusa hermana.
“Quizá para mis 66 llegue. Falta un mes más”, dijo Tomás.
“¡Que bruto novio! ¡Serás papá a los 66… y yo mamá a los 40!”, dijo Anne emocionada, tratando de cambiar el tema, sentándose de nuevo sobre él.
“¿A dónde te gustaría escaparte unos días conmigo, novio? ¿Al rancho? A dónde, ¿eh? ¡Me muero por dormir contigo otra vez!”, dijo, al besar de nuevo su boca.
“A ver…. pensemos algo”, propuso Tomás.
Anne se retiró casi dos horas más tarde, más de lo normal.
“Te espero mañana en mi casa novio. Te llamaré cuando se haya ido Raúl y haya dejado a los niños en la escuela”, le dijo al despedirse.
Tomás llegó a eso de las 9 aquel martes. Se desnudaron en el vestíbulo. Anne recogió toda la ropa, lo tomó a él del pene y lo condujo hasta la recamara principal. La cama estaba aún desatendida, así la dejó a propósito.
Entrelazaron sus bocas en su febril costumbre. Tomás levantó fácilmente a Anne, como recién casada, y la depositó en el lecho conyugal, haciéndola suya como siempre, gozando al máximo su irrestricta entrega, sin preguntar nada sobre el deseo de hacerlo todos los días, rompiendo por primera vez su sagrada costumbre de restringirse solo a los jueves. El, fascinado.
Tomás se vistió y la ayudó a tender la cama. Anne permaneció desnuda y lo acompañó hasta la puerta.
“No sé si a la tarde iré a tu casa a que me des otra vez”, dijo Anne al despedirlo y besar su boca, acariciándole el paquete.
“Entonces iré a comprar unas pastillitas mágicas”, dijo Tomás, sonriendo.
Cuando cerró, se recargó en la puerta, deseando que papi tuviera unos 20 años menos, aunque así superaba a su marido…. “que bruto papi, tan viejo y me tiene loca”, murmuró. Subió a su recamara, revisó que no quedara huella comprometedora, se arregló y salió de compras.
Durante el resto de la semana alternaron el lugar de sus encuentros, entre la casa paterna y la de ella.
El domingo, durante el desayuno en casa de Anne, Tomás les comentó que se hacía necesario un viaje a Canadá, por cuestiones de negocios, en un par de semanas más. Anne salivó, anticipando lo que seguía. Tomás había pasado el sábado armando la treta.
Tomás no se molestó en invitar a Raúl, simplemente concluyó su comunicado diciendo “voy a necesitar que me acompañe nuestra reina. Espero no tengas inconveniente alguno. Casi todos van con pareja y me siento raro”.
Cuando se despidieron ya entrada la tarde, Anne acompañó a Tomás a su auto.
“Te pasaste, novio”, le dijo. “Nomás me tomaste como si fuera de tu propiedad”.
“Eres de mi propiedad, preciosa”, contestó el.
CONTINUARA..